junio 12, 2008

¿Mal día? Parte I

cruzarse en el camino de alguien que tenga el semblante que él tenía ese día.

Nadie nunca sospechó que él alguna vez podría llegar a hacer algo como lo que hizo. Nadie.

Salió de su casa a medio día, caminando, cualquiera que lo hubiera visto habría pensado que era un día normal para él, que todo pintaba de maravilla, pues no había nada malo en su día.

La realidad no podría haber estado más alejada de esa suposición.

Tenía ganas de destruir. No hay otra frase para describir lo que él sintió durante todo ese día. Simples y puras ganas de destruir. De haber observado con un poco más de detenimiento su semblante, habrían notado una mirada asesina.

Su vista se nublaba, sus músculos permanentemente tensos se movían con la misma gracia con que se movían cuando caminaba de forma normal.

La primera persona que probó su ira no lo vió venir. Él caminaba por la acera, bajo el sol cuando de pronto vió a un joven que tenía una pinta de llegar a los veintitantos, esperando el autobus sentado en una banca. Se detuvo por un momento que se le antojó infinito, contemplando los ademanes del joven que le parecieron vacíos, superficiales, estúpidos.

El joven, ocupándose de sus propios asuntos, no lo vió venir. El primer golpe fué el más leve, pero aún así fué el que hizo más daño, rompiéndole la nariz al chico. Cuando los 90 kilogramos de músculo descargaron el pesado puño sobre la cara del joven, el impulso transmitido arrojó a éste hacia el suelo, golpeándose en el camino con el asiento de la banca en el hombro, rompiendo la clavícula izquierda del joven.

Lo que siguió después fué un infierno mientras el joven permaneció consciente. Mientras el joven intentaba intentaba incorporarse recibió una patada que le destrozó dos costillas, que hicieron un sonido sordo al quebrarse. Él sintió ambos crujidos al instante del golpe.

Se agachó, y tomándole de la parte trasera de las ropas, lo levantó como si el joven fuera un muñeco de trapo. Lo aventó contra las bases del techo de la banca. Con el primer golpe no se sintió satisfecho, pues sólo golpeó el hombro derecho del chico, quebrándole la clavícula derecha y dos costillas más que perforaron el pulmón derecho de éste.

Con el segundo golpe el cráneo del chico se fracturó en la parte de la sien, junto con el pómulo izquierdo. La escena se repitió una, dos, tres veces.

Para la tercera vez, el joven ya estaba totalmente inconsciente. Sus muñecas rotas por tratar de impedir un golpe contra la banca, su rodilla destrozada por haber sido arrastrado mientras intentaba escapar.

Una vez calmada -temporalmente- su ira. Vió la masa sanguinolenta que había dejado en la acera. Vió las miradas atónitas de los conductores que pasaban enfrente de él por la avenida.

Dió la vuelta, y siguió su camino hacia donde se dirigía cuando se detuvo para <> por un momento.

Viró a la izquierda en la esquina de la calle, y se perdió en el mercado ambulante. La gente, tan ocupada en sus propios asuntos no advirtió la sangre en la camiseta de él, ni en sus pantalones, ayudados por el hecho de que ambos eran negros.

Siguió su camino. Deseando que su día se tornara aún más divertido.

3 comentarios:

Guillermo J. dijo...

Eres lo peor en persona...sabias?

por cierto donde quedó el Enemigo cuando se le necesita?

Tannia Karamelo dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
comixgex dijo...

a ver que se le ocurre para continuar la historia ... si en el proximo fragmento no logra atrapar a los lectores... mejor dediquese a hacer Capulinitas.... jajajajaja.